Sobre mí


¡Hola!

Soy Carmen, aquella profesora a la que, probablemente, los alumnos llamen «la de Lengua».

Elegí estudiar Filología en tercero de secundaria, cuando un profesor consiguió que entendiera la sintaxis, incluso que me gustase hacerla. Ese profesor, llamado Diego, a día de hoy ignora el interés que despertó en mí a los quince años gracias a que pude entender una parte de su materia, que se me hacía bola, como al resto de mis compañeros.

Tras él llegó Alberto, un hombre un tanto peculiar, con apariencia de no querer hacer muchos amigos, cuya virtud era, sin duda, leer poesía. No sé si tendrá relación con el interés despierto desde hacía un año, pero, a medida que sucedían los cursos, me iba asegurando de que estaba destinada a estudiar nuestra lengua.

Llegó Bachillerato y, con ello, el estudio de las lenguas clásicas (que no muertas, por favor). Éramos cinco chicas y un chavalín, quienes se divertían con la profesora, Esther, traduciendo y aprendiendo declinaciones.

Finalmente, siempre llevaré a Paco en mi corazón. Un hombre que impartió Literatura Universal en mi primer curso de Bachillerato (que dejé para septiembre, pues sabía que alguna asignatura iba a suspender y qué mejor que estudiar aquello que me suscitaba curiosidad) y Lengua y Literatura en el segundo.

Por ellos he querido ser profe. También por las buenas experiencias que se han dado cuando he dado alguna que otra clase de apoyo. Nunca olvidaré cuando Luis me dijo «tengo ganas del próximo examen, que ya entiendo esto» o cuando Andrea me preguntó sobre libros de terror: sus amigas detestaban la lectura y ella no sabía por dónde empezar en el género.

Así que sí, yo soy de esas personas que han estudiado lo que han estudiado por tener al profesor indicado. No obstante, sería demasiado pedir que alguno de mis futuros alumnos sintiera lo mismo que yo en aquellos tiempos: me conformo con que no aborrezcan la sintaxis y, ante todo, la literatura.

Porque la literatura es mágica. Nos lleva a indagar e inspeccionar las profundidades tanto del autor como del ser humano. Es una forma de evasión, de análisis e introspección.

En varias ocasiones he afirmado que leer es como el deporte: puede que no nos guste, pero es necesario para mantenernos sanos y, sobre todo, vivos.

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